miércoles, 13 de septiembre de 2017

Los domingos de Smith Piernas-Sedosas (fragmento)

Inamoratas, con su aprobación,
Le otorgaron el título. Bendijeron su inclinación.

Se despierta, se despereza, elaboradamente: cual gato.
Leonado, reticente, leal. Se encuentro chato
Y fantástico esta mañana. Definitivo. Resarcido.

Espera un rato, designa su mandato,
De que actuación ninguna habrá de ser sosa o en vano.
Y se levanta en translúcido delirio.

Se muda, con el pijama, de días raídos.
Y de su desolación, su miedo intrincado, los
Pospuestos resentimientos, y las melindrosas precauciones.

Ahora, en su baño, ¿le negarías lavanda
O le confiscarías el vigor del pino?
¿Qué oloroso sustituto, embriagador como el vino,
Proveerías? La vida ha de ser aromática.
Ha de haber algún perfume, de una u otra manera.
¿Pondrías flores en su vida? ¿sugerirías
Ásteres? ¿Un geranio Realmente Bueno?
¿Un blanco clavel? ¿prescribirías un Festival
Con los fríos lirios, la formal magnificencia del
Crisantemo, flores de pascua, y el enfático
Rojo de rosas premiadas? ¿no habrá de ser su más
Feliz alternativa (cavilas), después de todo,
Un poco de amable jardín en el mejor
De los gustos y la más recta de las tradiciones? Quizá sí.
Pero olvidas, o acaso no lo sabías,
Su herencia de repollo y coletas,
Antigua intimidad con callejones, de basura cubetas,
Abajo en el profundo (pero siempre hermoso) Sur
Donde las rosas se ruborizan más jovialmente (eso dicen)
Y las dulces magnolias dejan en evidencia a Chanel.

¡No! Ninguna flor tiene en su haber.
Salvo una de plumas, para su solapa.
Y aparte de eso, de tener que pensar en flores
Lo hará en términos de amargones o muerte.
Ah, cabe esperar tan poco. Poco importa si─
A menos que quieras causar un seísmo
Y hacer un montón de cosas contra la desigualdad
Coger un poco de armiño, de, digamos, los reyes,
Dar apretones de manos a los pobres y llamarlos personas,
Por ejemplo─ ciertamente poco importa si
Le dejas su loción, lavanda y aceites.

Permítasenos proceder. Permítase que inspeccionemos, juntos
Con su amor meticuloso y serio,
Las entrañas de este armario. Que es una cámara acorazada
Cuya gloria no son los diamantes, ni las perlas,
Ni la vajilla de plata con su justo opaco brillo
Sino trajes en vino y amarillo,
Sarcástico verde y cobalto a rayas de cebra.
Solo drapeados. Con hombreras tan anchas
Altaneras y decididas como su orgullo;
Bombachos que se angostan en los extremos
Programados para estrangular con precisión.

                                                                               Y sombreros
Como brillantes paraguas; e histéricas corbatas
Como estrechos estandartes para una guerra inminente.

La gente necesita tanta, tanta ayuda.
La gente quiere tantas cosas que no sabe.


[…]

- Gwendolyn Brooks. Versión mía

duranguesado